Reflexiones a vuelapluma I

A lo largo de las conversaciones mantenidas con otras personas sobre la puesta en marcha de la ELE, su razón de ser, su función, nuestros roles, los de la gente de los Solares, etc. fueron surgiendo muchas dudas y preguntas, algunas concretas y otras abstractas que no nos resultan fáciles de glosar.

¿Dónde encaja nuestra visión de las cosas cuando nos movemos en contextos diferentes? ¿A quién nos dirigimos? Por una parte nos rechinan muchas de las iniciativas pedagógicas existentes por utilitaristas, asistencialistas y frívolas, por otra, dentro del circuito-mercado actual, para sostener el proyecto hemos de darnos a conocer y de alguna manera vendernos, lo que nos hace caer en planteamientos que nos dan cierto repelús. Encontrar el punto ¿medio? o al menos una situación donde nos sentimos a gusto, fue fruto de cortocircuitos mentales y frustraciones varias, además de mucho trabajo interior. Mientras que en el terreno pedagógico tenemos claro que queremos ritmos pausados acordes a la vida, sosiego frente a carreras frenéticas, disfrute del proceso en vez de obsesión por resultados se da la paradoja de que muchas veces nos vemos imponiéndonos a nosotras mismas pautas que aborrecemos y que consideramos parte el monstruo al que queremos combatir.

Gracias a que la ELE tenía una serie de puntos claros sentimos que a la hora de analizar los distintos problemas, miedos y presiones autoimpuestas que enfrentábamos, contábamos con un enorme apoyo anímico fruto del abrigo de las ideas que manejábamos, del convencimiento de que otra manera de hacer las cosas es posible, de que merece la pena intentarlo y de que todas aquellas que se embarcaron en movidas similares no estaban locas. Cuántas veces nos reímos con la frase de “como no sabían que era imposible, lo hicieron”. 

Esto nos lleva a la pregunta de cómo queremos funcionar en la ELE. Si entendemos que hay cierta analogía en la forma de hacer las cosas ya sea en lo pedagógico, en lo artístico o en lo administrativo, mantendremos las dudas, las preguntas, los afectos y los cuidados bien presentes. Así que aunque muchas veces hagamos reflexiones que “afirman” cosas, lo importante no es la aseveración que hacemos sino la pregunta que hay detrás, el movimiento que la genera, la relación que refleja con otros conocimientos y sentimientos, no la conclusión a la que llegaron tantas antes.

Con todo esto lanzamos las últimas dudas que nos rondan la cabeza. ¿A quién dejamos fuera? ¿Cuánto podemos? ¿Tienen sentido los análisis cuantitativos? Si no nos dan las manos para tantas niñas ¿hacemos menos con todas o llegamos con quien más se interese hasta donde alcancemos? ¿Cómo enseñar desde la duda en un contexto en el que se buscan expertos?

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