Primer contacto

Nada más llegar a Los Solares lo primero que nos ocupó, al margen de resolvernos nuestra propia logística (casa, muebles, etc.), fue conocer nuestro entorno, a nuestras vecinas, tanto adultas como niñas y empezar a construir confianza mutua. Evidentemente, antes de empezar nuestro proyecto educativo era necesario conocer los deseos, lógicas, intereses, necesidades, realidades, etc. de cada uno para saber cómo proceder. Teníamos ciertas intuiciones de lo que nos podríamos encontrar y de los temas que íbamos a tocar pero, como no podía ser de otra manera, nuestro imaginario de partida se basaba en nuestra propia realidad y estaba sujeto a nuestras limitaciones. Por ejemplo, al principio nos preocupaba sobremanera la influencia que podríamos tener en clave colonial y luego nos dimos cuenta de la pequeña incidencia que representamos en comparación con el tsunami globalizador presente. Hablo de la televisión, youtube, el turismo, las redes sociales, las conexiones con familiares en en el extranjero, etc.

De manera espontánea fueron acercándose niñas y adultas por casa, bien para echarnos un cable a instalarnos, bien por curiosidad, o para jugar y entretenerse, tomar un café… En paralelo fuimos realizando múltiples actividades de música, danza, ajedrez y dibujo con las niñas, inventando juegos con los materiales que teníamos e incluso montamos un pequeño cine al aire libre. Hicimos alguna incursión en el mundo de las letras y los números pero pronto nos dimos cuenta que, antes de meternos de lleno en eso, había mucho trabajo previo que hacer. Observamos que muchas niñas tienen un cierto trauma con la lectura y la escritura, muchas no saben ni leer ni escribir y las que saben, lo hacen con dificultad. Hay mucha inseguridad y miedo a no dar la respuesta correcta. Por ello decidimos que antes de nada era fundamental trabajar la seguridad en sí mismas, la autoestima, la convivencia, la tolerancia a la frustración, compartir… En definitiva, otra manera de relacionarse, lejos de la lógica del orden-disciplina-castigo que campa a sus anchas aquí también. Cabe mencionar que no se atiende mucho a las niñas y la postura general es “no molestes”. Muchas pasan todo el día vagando buscando con qué jugar o qué hacer, pero 24 horas son muchas que rellenar. Ya antes de que cerraran los colegios en marzo, no todos iban a clase con regularidad.

Al cabo de unas semanas nuestra casa se convirtió, a falta de un espacio mejor, en un centro de aprendizaje mutuo. Intentamos que fuera un lugar no coercitivo y comprensivo, con mayor o menor éxito. Nos dio tiempo a aprender y debatir sobre muchísimos temas que iremos compartiendo en el blog, nos sirvió para aterrizar nuestras ideas, alejarnos de nuestros prejuicios, dejar atrás los términos abstractos y empezar a hablar de situaciones y personas concretas.

Utilizamos el término “centro de aprendizaje mutuo” porque “ojo del huracán” sonaba demasiado fuerte, aunque en ocasiones así lo pareciera. Igual da que quisieras, tomarte un café tranquilo, que poner la lavadora, leer, hablar con la familia… Aquí se viene a entretenerse y nadie pica a la puerta. En cualquier caso, shock cultural, risas y estreses mediante, fuimos encontrando nuestro hueco, acumulando anécdotas, aprendiendo qué cosas nos funcionan mejor, gestionando percales (ajenos y propios) y estableciendo las bases de un proyecto que…válgame Dios.

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