La pesca es una de las actividades favoritas de las niñas de Los Solares y, cada poco, vienen a preguntarnos «cuándo vamos a pescar». En realidad no nos necesitan porque muchos ya son auténticas expertas: atan un anzuelo a un nailon, lo enroscan en una botella de plástico, y a sacar tilapias y peces gato del río una tras otra. Pero, por algún motivo, les gusta que les acompañemos.

Solemos aprovechar el paseo para hablar de cualquier cosa, se crea un clima agradable, nos cuentan muchas historias, cogemos frutas de los árboles y una vez en el río, por lo general, nos convertimos en meros espectadores de su destreza. Además de la confianza mutua que se establece aprovechamos la pesca para trabajar aspectos fundamentales que son difíciles de tratar en ambientes cerrados porque, aunque pueda parecer que no, siempre surgen muchos conflictos: Fulanita pescó una y yo no, Menganita tiene dos anzuelos y no me da uno, el otro día fuisteis a pescar y nadie me avisó, etc., etc.
La construcción de la autoestima, la confianza en una misma y en las demás, el compañerismo, etc. son aspectos que solemos trabajar en actividades distendidas como la pesca. Por norma general tratamos de crear sensación de equipo y nos hacemos a un lado en tanto que posibles representantes de autoridad con la finalidad de propiciar una autorregulación del grupo y que las más aventajadas ayuden motu propio a las que tienen más dificultad. Aspectos fundamentales en esta línea son prestar atención a las reacciones espontáneas que se suceden frente a un conflicto y tratar que cada una tome parte en las emociones de sus compañeras.

Las primeras veces fueron más que caóticas, todo era fuente de conflicto. Las mayores aprovechaban su posición frente a las pequeñas, las que sabían frente a las que no, discutían, nos reprochaban que prestáramos más atención a unas que a otras…y nosotras, como novatas, entrábamos al trapo y adoptábamos una actitud activa y controladora. Poco a poco fue llegando la confianza, por ambas partes, todos fuimos cogiendo seguridad con nosotras mismas y hacia las demás y, poco a poco, nuestro rol fue haciéndose cada vez más pasivo. Hemos comprendido que hay mucha carrera de fondo. Hemos aprendido a ser pacientes con las conductas que no consideramos correctas, a esperar para abordar los conflictos desde el sosiego, y constatamos que resulta muchísimo más efectivo que una represión sistemática de conductas apoyada en la mera autoridad que nos confiere nuestra posición en el grupo. Construir la autoestima necesaria para confiar en una misma y desarrollarse depende también de las demás. No vivimos solas y aisladas frente a un mundo hostil, tenemos personas a nuestro lado y hemos de ser conscientes de la participación que todas tenemos en los procesos de las demás.
Construir un entorno de seguridad, comprensión y confianza es un trampolín al desarrollo intelectual, una suerte de red que permite saltar al vacío sin miedo con la seguridad de que siempre podremos volver a intentarlo. Al terminar la faena, después de mil disputas, terminan por juntarse todas, encender un fuego, preparar el pescado y compartir.